Ella, sin voz, dejó escrito:
sabrás encontrarme.
En su silencio, oyó su propia voz:
no tardes en encontrarme.
Un fulgor, en filamento, se filtraba a través del tragaluz en el altillo.
Sus dedos, seguían, lentamente, la caligrafía que la luz dejaba
sedoso, terso, pulido, sonriente.
Alas de mariposas revoloteaban despertando recuerdos.
La valva de su seno fosforecía en nácar
abriendo su corola la perlada blancura.
Lazadas sus manos
sobre el mapa desnudo de su piel
imbricadas nuestras bocas,
una lengua de anhelo
humedecía el naciente vergel de su pubis.
El encuentro de unos labios
navegando en su estría de mar
selló el encuentro callado
caligrafiando el ayer.